En este crítico momento político, Beatriz compite al lado de Xóchitl, una mexicana de excepción con índices de aceptación popular pocas veces vistos. No hay espacio para errores ni mucho menos para traiciones, cuando nos jugamos el todo por el todo con el Frente Amplio, una gran hazaña electoral lograda gracias a la unión de los partidos políticos y de la sociedad. Se impone un gran rigor ético, además de un escrupuloso amor por México. Es la hora de demostrarlo.
La larga experiencia de Beatriz en el sector público resulta incuestionable, no así su extracción priísta, un severísimo pasivo político detectado a tiempo por el electorado que la ubica, según diversas encuestas, con un bajo porcentaje de preferencias en la oposición.
La historia da cuenta y razón de la trayectoria de los priístas acostumbrados al juego tramposo, al rudo. Los votos de Xóchitl son de la sociedad, mientras que la mayoría de los de Beatriz son del PRI. ¿Cómo fue posible que las mesas de la votación aquella registrara 80,000 votos en tan solo un día, cuando escasamente ha salido de gira, a diferencia de Xóchitl que ha recorrido el país de punta a punta con multitudinarias reuniones sin acarreados?
Alejandro Moreno, ¿habría echado a andar la fraudulenta maquinaria electoral de su partido, de acuerdo con AMLO, para favorecer espuriamente a Beatriz, a sus espaldas y poder escapar así a una posible persecución penal al estilo de los chantajes presidenciales? ¿Sí…? ¿Será? ¿Otro pacto de impunidad? Lo dudo. El PRI gobernaba en 14 estados hasta antes de la llegada de Moreno a la presidencia de su partido, y hoy solo cuenta con 2, sin olvidar el patético desplome de los afiliados al PRI que renunciaron en un vertiginoso 31%, además de los muertos que todavía votaban. ¿Está claro?
Una mujer llegará finalmente la presidencia. Sheinbaum arribará manchada sin haber participado en debates y por medio de encuestas adulteradas, después de haber permitido que su campaña fuera financiada ilícitamente con los ahorros de la nación, pruritos éticos y legales que le tienen sin cuidado. Para ella la ley tampoco es la ley.
Si Beatriz fuera a electa por el Frente, concluiría la coalición política y Xóchitl bien podría llegar a ser la candidata del PAN y del PRD, para competir con el monstruo de MORENA, dueño impune del presupuesto federal y amo y señor de 23 gobiernos locales decididos apoyar la ilegalidad a cualquier costo…
Al PRI y al PAN les conviene consolidar al Frente y asegurarse el triunfo electoral de Xóchitl para poder negociar posiciones políticas en el congreso y en el gabinete, objetivo imposible de alcanzar con Sheinbaum. La derrota de la coalición causaría estragos en los partidos políticos y en el país. La desunión es el enemigo a vencer. La popularidad de Xóchitl es avasalladora, de ahí que, conociendo a Beatriz, ésta no continuaría en la contienda ni permitiría, de acuerdo a su sentido del honor, un naufragio de la nación, en uno de los momentos más álgidos de nuestra historia. Beatriz, a sabiendas que no podría ganarle a Sheinbaum, renunciaría a su candidatura al convencerse que las preferencias electorales no la benefician. Lo anterior, con independencia de la decisión que anunciará su partido y no ella… el día de mañana.
La tarea titánica que emprenderá Xóchitl requerirá del apoyo de la mayoría de los mexicanos para que otros 22 millones de compatriotas actualicen su credencial y puedan votar con las mayorías en el 24.
Beatriz, Beatriz, Beatriz, ¿amas más el poder y a tu ego que a México? Di que ¡no!
Francisco Martín Moreno es escritor y periodista mexicano que se ha especializado con maestría en la novela histórica. Puedes seguirlo en @fmartinmoreno
La reunión en el local de música Promontory, días antes de la apertura prevista del refugio, fue la última de una serie de tensos foros vecinales en los que los residentes se han opuesto a acoger a inmigrantes en una secundaria cerrada y en otros edificios de la ciudad.
Horas antes, funcionarios estatales y municipales habían solicitado formalmente más asistencia al gobierno federal para seguir dando la bienvenida a los migrantes.
“Desde que llegó el primer autobús (a Chicago) hace un año, se ha vuelto cada vez más claro que dar la bienvenida a los recién llegados no es una crisis de corto plazo, sino una dinámica de largo plazo”, dijo el miércoles el alcalde Brandon Johnson. Sin más recursos, agregó, “la ciudad de Chicago no puede seguir dando la bienvenida a los recién llegados de manera segura y capaz”.
El hotel Lake Shore, en la cuadra 4900 S. DuSable Lake Shore Drive, acogió a inmigrantes entre enero y abril, según el personal de la ciudad. Esta semana su reapertura se convirtió en el último punto álgido de la crisis migratoria, como una de las muchas instalaciones de emergencia creadas para aliviar la presión sobre las estaciones de policía y otras soluciones ad hoc al creciente número de solicitantes de asilo de Venezuela y otras partes de Centro y Sudamérica.
Alrededor de 200 personas estuvieron presentes mientras los residentes interrogaban a los funcionarios de la ciudad respecto a todo, desde si los recién llegados serían vacunados y se les tomarían las huellas dactilares hasta cómo se educaría a sus hijos, pasando por la comida que comerían y si los inmigrantes serían alojados en otras partes de Chicago.
Muchos se preguntaron si la ciudad podría utilizar fondos federales para desastres o edificios federales expansivos, como la oficina de correos del centro. Los miembros del personal de la ciudad respondieron que debido a que el gobierno de Estados Unidos no ha designado la afluencia de migrantes como una emergencia federal, esos recursos están actualmente prohibidos.
Johnson, el gobernador J.B. Pritzker y miembros demócratas de la delegación del Congreso de Illinois celebraron un evento el miércoles para pedirle a la administración Biden “apoyo significativo y cambios en la política de inmigración”.
Entre otras cosas, Johnson y Pritzker pidieron al Departamento de Seguridad Nacional que acelere la tramitación de los permisos de trabajo de los solicitantes de asilo. Ese proceso de solicitud puede llevar varios meses o más de un año, dijeron los expertos al Tribune en julio.
En la reunión sobre el Lake Shore Hotel, los miembros del personal de la ciudad y los funcionarios electos explicaron cómo Chicago estaba utilizando los recursos a su disposición para ayudar y supervisar a los recién llegados, desde asistencia médica hasta reglas de toque de queda.
Las explicaciones tuvieron una acogida mixta por parte de los residentes, que acusaron a los representantes de la ciudad de ser insensibles ante las preocupaciones sobre los inmigrantes que se quedarán en la zona. Dijeron que temían ver un aumento en la actividad criminal, problemas de tráfico y estacionamiento, y problemas con el mantenimiento de las áreas donde permanecen los inmigrantes.
Adrienne Edwards, de 48 años, dijo que ella y sus vecinos habían sido testigos de llegadas recientes involucradas en actividades ilegales y preguntó a quién deberían responsabilizar por lo que estaban viendo.
“Ha habido mucha experiencia con disturbios en nuestras comunidades”, dijo. “(Nuestra) experiencia actual es totalmente diferente de los puntos que nos ha brindado”.
El subjefe de policía Stephen Chung y el recién nombrado concejal Desmon Yancy (D-5), respondió con una discusión sobre incidentes anteriores con inmigrantes en el Lake Shore Hotel y lo que los residentes deben hacer cuando son testigos de una actividad criminal, pero Edwards no quedó satisfecho con sus respuestas.
“Todos ustedes son trágicamente sordos a todo lo que están diciendo”, dijo.
Gran parte de la insatisfacción dependía del nivel de servicios que la ciudad brindaba a los residentes actuales, particularmente en las áreas predominantemente negras de la ciudad.
Dee Walker, de East Hyde Park, preguntó sobre el vecindario rico y predominantemente blanco de Lincoln Park y si esa área acogía inmigrantes. “¿Se les pide que contribuyan de la misma manera que se le pide al lado sur de Chicago que contribuya?”, preguntó.
Otros preguntaron cómo estaba ayudando la ciudad a los residentes que ya viven en la ciudad, en particular a aquellos que no tienen hogar o tienen dificultades de salud mental.
Owen Lawson, de 54 años, dijo que se había cruzado con personas sin hogar que dormían bajo las vías del Metra en su camino a la reunión. “¿Tendrán acceso a estas instalaciones?” preguntó.
A lo largo de la reunión, los asistentes aplaudieron o respondieron a gritos las preguntas y comentarios con los que no estaban de acuerdo. Yancy pidió orden a la multitud varias veces.
“No podemos tener una conversación si la gente no es respetuosa”, afirmó.
Gerry Bouey, de 70 años, dijo que había venido a la reunión con la esperanza de tener una conversación y que estaba consternado por el nivel de tensión en la sala. “Simplemente se gritan unos a otros”, dijo.
Lucy Ascoli, de 81 años, preguntó quién administraría el refugio para poder contactarlos y ayudar a las familias migrantes.
“Creemos que todas las comunidades deberían apoyar a los solicitantes de asilo”, dijo.
El concejal Andre Vázquez (D-40), quien asistió a la reunión como representante del grupo de trabajo sobre migrantes del alcalde, dijo a la multitud que cualquier vecindario tenía derecho a recibir una advertencia con mayor anticipación que la que habían recibido los residentes de la orilla sur del lago sobre el próximo refugio para migrantes.
También prometió a la multitud que la ciudad estaba trabajando para reabrir clínicas de salud mental, aumentar las oportunidades laborales para los jóvenes negros y un sistema de refugio unificado para cualquier habitante de Chicago sin un lugar donde vivir.
Poco antes del final de la reunión, Yancy invitó a los residentes a participar en el próximo proceso presupuestario de la ciudad y a expresar sus opiniones sobre otros elementos del gobierno de Chicago.
Dónde albergar a las oleadas de inmigrantes que han llegado a Chicago desde el año pasado ha sido en ocasiones una cuestión polémica.
En los vecindarios adyacentes de South Shore y Woodlawn, los residentes han rechazado los planes de la ciudad de albergar a los recién llegados en escuelas secundarias cerradas.
Muchos inmigrantes han pasado sus primeros días y semanas en Chicago durmiendo en el suelo de las estaciones de policía, donde han sido trasladados entre comisarías para acoger eventos como el festival de música Lollapalooza.
En otros casos, la ciudad ha reubicado a inmigrantes fuera de las comisarías después de que denuncias alegaran que un oficial del CPD tuvo contacto sexual con al menos un migrante en una comisaría del oeste.
En el vecindario de Pilsen, un grupo de ayuda recién formado que administra un refugio en la calle 21 y la avenida Racine dijo que cerraría el refugio el 3 de septiembre debido a problemas de personal y dificultades para lograr que el Departamento de Servicios Humanos de Illinois reconociera la operación como un refugio.
Las personas que se alojaban en el refugio tendrán que volver a dormir en el suelo de la comisaría, dijeron los voluntarios al Tribune.
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Este texto fue traducido por Leticia Espinosa/TCA
]]>Flores, de 26 años, ha pasado los últimos 18 años jugando en su natal Ciudad de México, ascendiendo en rango y celebridad desde los 8 años jugando en equipos con personas mayores y de un género diferente al de ella hasta convertirse en la capitana y mariscal de campo de la Selección Nacional Femenina de Fútbol de Bandera.
Los Chicago Bears recibieron a Flores el 18 de agosto en su campus de Lake Forest para un encuentro donde jóvenes atletas, entrenadores de sus equipos y los padres de las estudiantes de las secundarias Lane Tech, Thomas Kelly, Solorio, Fenton, Guilford y Auburn pudieron hacer preguntas sobre lidiar con la presión durante los partidos importantes y cómo el fútbol la convirtió en la persona que es hoy. Los teléfonos con cámara (y las preguntas) abundaban, al igual que las sonrisas.
“Se siente bien saber que estamos obteniendo más reconocimiento, que nos entienden más”, dijo Maya Page, de 16 años, corredora del equipo de fútbol de bandera de Guilford. “Esta es una gran oportunidad para estar aquí y escuchar su historia”.
La historia de Flores es la de superar a los detractores y seguir la propia pasión.
Después de que su padre la llevó a un campo donde las mujeres jugaban fútbol de bandera, fue amor a primera vista. Y ha estado en camino de volverse más fuerte, más rápida y con la experiencia suficiente para ser la mejor atleta posible desde entonces.
La historia de Flores es la de superar a los detractores y seguir la propia pasión.
Gustavo Silva, director de fútbol juvenil y programas comunitarios de los Bears, la llama el Michael Jordan del fútbol de bandera femenino. A principios de este año, Flores apareció en “Run With It”, la campaña publicitaria de la NFL durante el Super Bowl LVII. Flores también sirvió como coordinador ofensivo de la AFC en el Pro Bowl. Y la camiseta de Flores está en el Salón de la Fama del Fútbol Americano Profesional, el primer jugador de flag football en tener ese honor luego de llevar a la selección mexicana a una medalla de oro en los Juegos Mundiales de 2022.
“Probé muchos otros deportes: atletismo, voleibol, baloncesto y tenis”, dijo Flores. “Nunca he experimentado esta alegría a este increíble nivel como en el fútbol de bandera”.
Su próximo desafío se centra en los Juegos Olímpicos. La NFL está presionando para que el fútbol de bandera se incluya en los Juegos de 2028. Flores dijo que quiere ser parte de la creación de la primera liga profesional de fútbol de bandera.
“Mis compañeros de equipo, yo y mujeres de diferentes países hemos estado haciendo esto sólo por amor al deporte”, dijo. “No nos pagan por esto. En realidad pagamos para representar a nuestros países. Inviertes tiempo, recursos, lo inviertes todo. Dar esa oportunidad a las mujeres de ser profesionales en este deporte… ese es otro gran sueño que voy a lograr”.
Flores seguirá contribuyendo y haciendo crecer el deporte ahora que tiene una plataforma para hacerlo. Recientemente organizó una clínica de fútbol de bandera de cuatro días para niñas en Marruecos y calificó la experiencia como transformadora.
“Teníamos niñas tres horas al día y las veíamos cambiar en la forma en que interactúan con las otras niñas”, dijo Flores. “Teníamos algunas niñas que no podían interactuar porque eran muy tímidas y carecían de confianza, y al cuarto día, era una historia diferente. Se abrazaban, se animaban y querían seguir practicando este deporte”.
Ése es un sentimiento que Silva ha estado tratando de inculcar en Illinois. El otoño pasado, los Bears, junto con Bears Care, organizaron el primer campeonato estatal de fútbol de bandera para niñas en el Centro Walter Payton. Dijo que el equipo ha estado invirtiendo dinero y recursos en la programación de fútbol de bandera femenino, como lo demuestra la aparición de Flores y la aparición reciente de Amber Clark. Silva espera que el fútbol de bandera se convierta en un deporte autorizado por la IHSA en 2024.
“Hemos estado en comunicación con la IHSA desde el principio”, dijo Silva. “El primer paso fue lograr que el 10% de las escuelas participantes en Illinois tuvieran fútbol de bandera. Ese número mágico era 83. En el segundo año, estábamos en 60. Este año vamos a ser más de 100.
“Este será un deporte autorizado el próximo año. Traer a alguien como Diana aquí… muchas de las chicas que juegan fútbol de bandera en nuestro mercado son chicas de color, es una representación que nuestras chicas necesitan ver. No sólo las mujeres pueden hacer esto, sino que las mujeres que se parecen a ti, que vienen de donde tú vienes, lo están haciendo. Nuestras chicas están siguiendo su ejemplo”.
Silva espera que el fútbol de bandera abra todo el ecosistema del fútbol a niñas y mujeres: más posibilidades, roles y ocupaciones. Dijo que tres mujeres jóvenes que jugaron en el campeonato el año pasado están en universidades con becas de fútbol de bandera. Silva dijo que esos estudiantes son los primeros en sus familias en asistir a la universidad y prevé que el número de becarios crecerá cada año.
“Este juego es global”, dijo Silva. “Nuestra esperanza es que en 2028 habrá unos Juegos Olímpicos en Los Ángeles, y habrá fútbol de bandera para niñas, femenino y masculino”.
“Mi objetivo personal es que tengamos chicas de Chicago en ese equipo. … Nuestro objetivo no es sólo brindar la oportunidad al fútbol de bandera femenino, sino todo lo que conlleva. Todo lo que existe para el fútbol masculino debería existir para el fútbol de chicas y mujeres”.
Jade Stone, estudiante de último año de Auburn High School en Rockford, busca jugar como mariscal de campo para su equipo. Ya recibió becas de arte para la universidad, por lo que no está segura de si optará por becas de fútbol.
“No estoy segura de qué camino quiero tomar todavía, pero quiero tener esta (bandera) en mi futuro de alguna manera”, dijo.
El entrenador del distrito de Rockford Park, Greg Taylor, dijo que la temporada oficial de fútbol de bandera comienza el 16 de septiembre. Isabel Martínez, quien será estudiante de tercer año en Kelly High School, juega como centro en su equipo. Sus padres, Andrew y Cindy, estuvieron presentes y dijeron que ver a Flores en persona lo es todo para las jóvenes atletas.
“Ella los inspira tanto… que las mujeres pueden hacerlo todo y todos estamos a favor”, dijo Andrew Martínez. “Para ellas, esto les genera confianza, les da la creencia de que pueden hacer cualquier cosa, es simplemente fantástico”.
]]>Se alinearon junto a casi 100 solicitantes de asilo afuera de una iglesia en el vecindario de Belmont Cragin para ingresar a un centro de donación para el regreso a la escuela que los feligreses habían establecido para los migrantes. El niño de 9 años consiguió una mochila y algunos útiles escolares, pero no pudo encontrar zapatos.
Los dos llegaron a Chicago desde Venezuela, en busca de asilo, a principios de este mes después de un viaje de meses, y aunque está nervioso, comenzar la escuela “finalmente nos da un poco de paz”, dijo Larez.
Después de toda la confusión que han vivido, espera que los maestros puedan brindarle un espacio seguro a Ronald, no solo para aprender un nuevo idioma, sino también para hacer frente a los traumas que han vivido, dejando atrás todo lo que sabían y enfrentando un futuro incierto en un refugio temporal.
“Mi hijo está nervioso, pero ansioso de comenzar clase”, dijo Larez.
A medida que las Escuelas Públicas de Chicago comienzan el lunes el año escolar 2023-24, el distrito se ha estado preparando para acomodar a los nuevos estudiantes que no hablan inglés (estudiantes de inglés), la categoría para la mayoría de los niños migrantes, con aproximadamente 1,000 de ellos inscritos durante el verano. Y los funcionarios dijeron que anticipan que alrededor de 1,000 más se inscribirán este año de las familias que viven en refugios temporales y estaciones de policía, donde los solicitantes de asilo se quedan mientras esperan una vivienda.
CPS dijo que aumentó los fondos para la instrucción bilingüe en $15 millones en su presupuesto 2023-24, incluidos $8 millones en fondos adicionales para ajustes de inscripción en las escuelas que recibieron nuevos estudiantes de inglés después de que comenzaran las clases en 2022. El dinero es para personal adicional en esas escuelas, y el distrito monitoreará las tendencias de inscripción este año y asignará los recursos en consecuencia, dijo un portavoz.
El año pasado, alrededor de 290 escuelas establecieron consejos asesores bilingües, y CPS tenía casi 3,000 maestros con respaldo bilingüe, un aumento de 900 respecto de los cinco años anteriores.
CPS también aumentó los fondos para apoyar la salud social y emocional de los estudiantes en $35 millones en su presupuesto actual. El distrito dijo que agregó 123 consejeros escolares, principalmente en escuelas primarias, en los últimos dos años, y también dijo que cada escuela tiene un equipo de salud conductual, que puede incluir una enfermera, un psicólogo, un consejero o un trabajador social.
A pesar de los recursos adicionales para los recién llegados, muchos argumentan que debería haber un mayor énfasis en abordar la salud mental de los niños, ya que los niños migrantes han enfrentado traumas únicos durante su viaje, pero también mientras viven en refugios temporales.
Aunque asistir a la escuela es una puerta de entrada para que las familias migrantes y sus hijos accedan a terapeutas y asesoramiento, a los expertos les preocupa que los maestros no estén equipados para responder a las necesidades de los niños, y piden un enfoque de los servicios informado sobre el trauma.
La repentina incorporación de solicitantes de asilo que se inscribieron en la escuela primaria Haugan en Albany Park durante el año pasado requirió mucha colaboración de maestros, miembros del personal, socios comunitarios y padres, dijo la directora Heather Yutzy.
Cerca de 100 niños, en su mayoría de Ecuador y Venezuela, se matricularon en la escuela de noviembre a junio. Durante el verano, dijo Yutzy, unos 50 inmigrantes más, algunos que vivían en estaciones de policía cercanas y en una iglesia, también se unieron a la escuela.
Además de movilizarse para satisfacer las necesidades académicas de los niños, la comunidad escolar también realizó colectas de ropa y alimentos para las familias. Para Yutzy, era evidente que los padres también buscaban desesperadamente ayuda mental y médica para sus hijos, dijo.
“Las madres dicen: ‘Mi hijo está traumatizado. Necesito ayuda'”, comentó Yutzy. Muchos de los niños más pequeños tienen ansiedad por la separación y lloran en la escuela porque les preocupa no volver a ver a sus padres, dijo.
Los líderes de Haugan organizaron sesiones para padres con consejeros escolares y trabajadores sociales para que los padres pudieran hablar sobre la salud psicológica de sus hijos y obtener referencias a agencias comunitarias y socios, incluido un equipo de psicólogos de habla hispana de la Universidad de Illinois Chicago que han sido una parte clave de la respuesta de la escuela.
“Pero hay un límite en lo que puedes hacer en una escuela para ofrecer esa terapia de trauma”, dijo Yutzy.
Aún así, los maestros de Haugan han ideado formas estratégicas para ayudar a los niños a sobrellevar la situación. Algunos ayudaron a los estudiantes más chicos a hacer libros familiares con fotografías de sus padres y les aseguraron que mamá regresaría a recogerlos al final del día.
“Sostuve a los niños en mi regazo mientras lloraban”, dijo Yutzy.
Los niños que hicieron los viajes peligrosos y tumultuosos desde los países centroamericanos a Estados Unidos con sus padres “son las víctimas más inocentes”, dijo Elisa López, socorrista de salud mental en Rincon Family Services Welcoming Center.
Para Larez y Ronald, es su fe lo que les ha permitido hacer frente a la desesperación de estar atrapados en una habitación de hotel con otras tres familias migrantes mientras esperan encontrar vivienda y empleo.
“Le digo que tenga paciencia, que esto no será así para siempre”, dijo Larez. “Le digo que ore, que tenga fe”.
A lo largo de su viaje, dijo, vieron “cosas terribles, inimaginables”: personas muriendo, robos, abusos y agresiones sexuales. Experimentaron frío y hambre, teniendo que dormir en las calles, dijo. “Es mucho para un niño”, dijo.
Ronald a veces no puede dormir por la noche, dijo su madre. Hay días que se va a dormir con hambre porque la comida del albergue no alcanza. Luego comienza a sentirse ansioso, con ganas de jugar afuera, “como un niño normal”, dijo. Pero no puede porque no hay un espacio seguro para que juegue.
En Venezuela fue un buen estudiante, recordó. Su materia favorita era la lectura. A pesar del miedo al juicio, el niño también ha aprendido a ser resiliente, dijo. “No ve la hora de ir a la escuela para aprender inglés”, dijo Larez.
Durante una visita reciente a un refugio administrado por la ciudad, Aimee Hilado, profesora, clínica y experta en trauma de inmigrantes en la Escuela de Trabajo Social Crown Family de la Universidad de Chicago, dijo que notó el alto nivel de estrés y ansiedad en el que viven los niños, pero que muchos no expresan.
“Internalizan el trauma que podría interponerse en la construcción de relaciones con los compañeros y evitar la preparación escolar”, dijo Hilado.
Hilado ha dirigido múltiples sesiones de capacitación sobre trauma, financiadas por el Departamento de Servicios Humanos de Illinois, con miembros del personal de refugios y hoteles, voluntarios de ayuda mutua y otras organizaciones comunitarias que trabajan directamente con migrantes.
Hilado ha alentado a eliminar el estigma y la criminalización detrás de su condición de inmigrantes en el país sin permiso legal, y crear espacios seguros. La mayoría de los refugios, dijo, no tienen una sala de juegos o un espacio donde los niños puedan reunirse de manera segura.
“Tenemos miles de niños que ingresan a las escuelas públicas, y solo necesitamos una sensibilidad de que existe una necesidad de bienestar emocional que debe abordarse antes de que pensemos en lo académico”, dijo Hilado.
Muchos de los niños que comenzaron las clases este lunes viven en espacios temporales y “no se siente como en casa”, dijo Hilado.
Los niños solicitantes de asilo enfrentan una serie de traumas que los ponen en alto riesgo de desarrollar un trastorno de estrés postraumático, según Amy Hill, gerente del Programa de Trauma Infantil Kovler de Heartland Alliance, que se dedica a brindar tratamiento y servicios de salud mental a inmigrantes y jóvenes refugiados que han sufrido traumas en su país de origen, durante el viaje migratorio o como parte del proceso de reasentamiento.
Hill dijo que es imperativo que todos los maestros, o aquellos que trabajan con niños migrantes, busquen capacitación informada sobre el trauma para garantizar que respondan de manera adecuada.
“Pero la escuela debe tener una comprensión de la forma en que el trauma podría estar apareciendo para estos niños, cómo eso puede afectar su capacidad para sentirse seguros en la escuela, su capacidad para hacer amigos o su capacidad para concentrarse en su rendimiento académico. éxito”, dijo Hill.
Los posibles efectos a largo plazo del trauma incluyen sentirse inseguro e incapaz de confiar, depresión, ansiedad y problemas de salud física.
“Los niños… no entienden los temas políticos, los problemas económicos, los secuestros u otros delitos violentos en sus países”, dijo López.
“Mi mayor preocupación es que no estoy segura de si el personal de las escuelas a las que asistirán estos niños está listo para ayudarlos psicológicamente y desde una perspectiva empática”, agregó.
Yutzy planea contratar a un terapeuta jubilado de Colombia para ayudar a los nuevos estudiantes de su escuela, dijo.
En la escuela primaria Carl Von Linné en Avondale, están inscritos aproximadamente 60 niños que viven en un refugio temporal cercano, pero el director Gabriel Parra espera un aumento para el próximo año escolar.
Aunque solo tiene un consejero y un trabajador social para toda la escuela, el año pasado usó fondos adicionales para brindar desarrollo profesional a sus maestros existentes. Muchos agregaron una lección sobre el viaje de los solicitantes de asilo como parte de su plan de estudios para desarrollar la comprensión de la crisis humanitaria y la empatía entre el alumnado hacia sus nuevos compañeros de clase.
“Tuve la oportunidad de hablar con las familias sobre los detalles de su trayectoria aquí”, dijo Parra-Carl. “Las historias han sido horribles, pero lo que he notado es que fuera del trauma que es muy real, los niños tienen sed de normalidad”.
Parra-Carl, originario de Venezuela, llegó a Chicago con su familia cuando era niño. Entiende, dijo, por qué estas familias están huyendo del régimen autoritario en ese país.
Incluso si las escuelas no abordan necesariamente las necesidades de salud mental de los niños, asistir a la escuela es la forma más efectiva para que los niños vuelvan a tener una sensación de normalidad y estabilidad en sus vidas, dijo Hilado, quien ha estado trabajando con refugiados y niños solicitantes de asilo durante una década.
“La rutina y una sensación de normalidad son fundamentales para que los niños migrantes puedan hacer frente al trauma y la escuela proporciona eso”, dijo. “Incluso si todavía están navegando en un nuevo idioma, estar con niños de su edad podría ser de gran ayuda, curación y alivio después de tanto caos”.
En Haugan, tratar de satisfacer las necesidades académicas y emocionales de sus nuevos estudiantes ha sido y probablemente seguirá siendo un desafío, dijo Yutzy. Pero elogió a sus maestros y personal por su trabajo para garantizar que los niños migrantes y sus familias se sientan bienvenidos.
Desde que los estudiantes comenzaron a llegar en noviembre, agregó tres salones bilingües y un maestro de recursos. Gracias a un aumento de presupuesto, también contrató a cinco maestros bilingües jubilados que trabajaban a tiempo parcial para ayudar a los niños a recuperarse académicamente. La mayoría de los niños migrantes han perdido meses, sino años, de escolarización, dijo.
“Esos maestros bilingües jubilados han sido milagrosos para nosotros”, dijo.
Karime Asaf, jefa de educación lingüística y cultural, dijo que CPS se está asociando con el Sindicato de Maestros de Chicago para encontrar voluntarios para garantizar que los niños migrantes de toda la ciudad reciban ayuda para inscribirse en la escuela más cercana a ellos. Ella dijo que el distrito está trabajando para equipar a todas las escuelas con los recursos necesarios para la admisión, pero hay un enfoque en tratar de ubicar a los estudiantes en escuelas que ya tienen un sistema bilingüe, programas y planes de estudio.
En el centro de bienvenida de la ciudad, que abrió sus puertas en julio en la Academia Comunitaria Roberto Clemente en West Town, el personal de CPS ha estado evaluando las necesidades lingüísticas, académicas y socioemocionales de cada niño, además de inscribirlos en la escuela y conectar a cada familia con la atención médica y servicios sociales, dijo el director ejecutivo de CPS, Pedro Martínez, en una reunión de la Junta de Educación de Chicago en julio.
Los servicios en el centro de bienvenida están limitados a familias en West Town o Humboldt Park o aquellos que han recibido una referencia de una agencia de la ciudad u organización comunitaria, dijo Martínez. Pero “cualquier estudiante de CPS en cualquier escuela” puede recibir los mismos servicios, agregó.
“Nuestra esperanza es que al centralizar los apoyos dentro del modelo del centro de bienvenida, podamos mejorar la eficiencia y aprender cómo servir mejor a nuestras familias recién llegadas en la ciudad”, dijo Martínez. “Si tiene éxito y existe una necesidad continua, consideraremos expandir el modelo a otras partes de la ciudad”.
Sin embargo, según Rebecca Amaya, miembro del Sindicato de Maestros de Chicago, quien se ha ofrecido como voluntaria con familias que se hospedan en la estación de policía del Distrito 9, los viajes a Clemente representan un desafío para las familias migrantes que enfrentan múltiples problemas.
“Los padres y los niños con los que he estado en contacto han expresado la necesidad de servicios de salud mental generalizados, servicios bilingües, orientación y guía para los padres. Las unidades móviles que se encuentran con las familias donde se encuentran serán necesarias para satisfacer sus necesidades en el futuro”, dijo Amaya a la Junta de Educación en julio.
Existen otras barreras para proporcionar a los estudiantes inmigrantes una educación de calidad. “No tenemos la capacidad suficiente para proporcionar ESL o instrucción en el idioma nativo, incluso en otros idiomas que no sean el español”, dijo en la reunión la maestra de la Escuela Magnet de Walt Disney, Kathryn Zamarron.
Las familias de CPS hablan más de 180 idiomas nativos, dijo un portavoz, y el 22% de todos los estudiantes están aprendiendo inglés.
En asociación con el Centro para la Resiliencia Infantil del Hospital Infantil Ann & Robert H. Lurie de Chicago y la Universidad Loyola de Chicago, dos miembros del personal de 20 escuelas de CPS participaron el año pasado en una capacitación de intervención que se enfoca en satisfacer las necesidades de los inmigrantes y refugiados chicos. CPS dijo que 30 escuelas este año serán elegibles para optar por la capacitación.
Mientras tanto, Ronald Larez comenzará el tercer grado en la Escuela Internacional Ogden en West Town, con la esperanza de haber encontrado un par de zapatos que le queden bien.
larodriguez@chicagotribune.com
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Este texto fue traducido por Leticia Espinosa/TCA
]]>Jismary Alejandra Barboza González, quien habría cumplido 4 años la próxima semana, murió el 10 de agosto mientras viajaba en un autobús fletado, parte del programa del gobernador de Texas Greg Abbott que comenzó el año pasado para enviar migrantes que cruzan el estado a ciudades lideradas por demócratas en todo el país.
Rachel Otwell, vocera del Departamento de Servicios Humanos de Illinois, confirmó el nombre de la niña y dijo que el Centro de Bienvenida de Illinois, un programa parcialmente financiado por el estado, cubrirá los costos del entierro de Jismary. La tía abuela de la niña, Gisela González, dijo que la familia partió hacia Estados Unidos en mayo desde su hogar en Colombia, donde nació Jismary.
El funeral de la niña se realizaría el jueves en una iglesia en Varsovia, Indiana.
Los centros de acogida ofrecen servicios integrales para los migrantes. Pero Otwell dijo que la familia no ha solicitado otra ayuda.
Otwell se negó a identificar cuál de las 36 ubicaciones del centro de bienvenida brindaría el servicio. Tampoco dijo de qué país había emigrado la familia de Jismary.
“Dada la sensibilidad de este trágico evento, y la forma en que lamentablemente se ha politizado la migración, (el departamento) no cree que sea apropiado compartir ciertos detalles, como el centro exacto que ha apoyado a la familia”, dijo Otwell.
Jismary murió el jueves mientras el autobús viajaba por la interestatal 57 a través del condado de Marion, en el sur de Illinois, a unas 90 millas (145 kilómetros) al este de St. Louis. La autopsia del forense del condado Troy Cannon no fue concluyente en cuanto a la causa de la muerte. Ordenó pruebas microscópicas de muestras de tejido de la niña en busca de anomalías. La oficina del forense dijo el miércoles que no tenía actualizaciones.
Gisela González, que vive en Venezuela, dijo que no había indicios de que la niña necesitara atención médica antes de que aparentemente sufriera un paro cardíaco en el autobús. Ella dijo que los padres de Jismary enfrentaron el traicionero Tapón del Darién y cruzaron cinco países centroamericanos y México antes de entregarse en un puesto de control de inmigración de Estados Unidos.
Según la División de Manejo de Emergencias de Texas, a los pasajeros del autobús, que partió de la ciudad fronteriza de Brownsville, se les tomó la temperatura y se les preguntó sobre las condiciones de salud antes de abordar. La declaración del viernes de la agencia que confirmó la muerte de la niña marcó la primera vez que las autoridades de Texas anunciaron una muerte desde que comenzaron a transportar migrantes en agosto pasado.
Los funcionarios de Texas dijeron que cuando la niña se enfermó, el autobús se detuvo a un lado de la carretera y el personal de seguridad a bordo llamó a los servicios de emergencia. Los paramédicos ayudaron a la niña, pero luego murió en un hospital.
La Operation Lone Star de Abbott ha enviado unos 30,000 migrantes que cruzaron a Texas en busca de asilo a Chicago, Washington, Nueva York, Filadelfia, Denver y Los Ángeles, las llamadas ciudades santuario, en una protesta que dice terminará cuando el presidente Joe Biden “asegure la frontera”
—Pérez informó desde Chicago. La periodista de Associated Press Valerie González en McAllen, Texas, contribuyó.
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Este texto fue traducido por Leticia Espinosa/TCA
]]>Su madre, a quien llamó la persona más importante de su vida, se opuso tan firmemente a que hiciera el peligroso viaje a EEUU que no se despidió de ella. Esperanza lloró afuera de la casa de su madre, pero sabía que tenía que irse, contó.
“Tengo planes: el primero es trabajar y comprar una casa y traer a mi mamá”, dijo. “Espero que esté bien, que no haya caído en depresión y que me espere”.
Esperanza y sus hijos huyeron de Venezuela para escapar de un colapso económico que había cerrado las escuelas de sus hijos y las tiendas de comestibles de su ciudad. Su objetivo ahora: llegar a Chicago y reunirse con un familiar.
El grupo de cinco (Esperanza, sus tres hijos y la novia embarazada de su hijo, además del perro de la familia) recorrieron más de 3,000 millas durante más de siete semanas y sobrevivieron al Tapón del Darién en Panamá, una jungla desgarradora donde observaron, impotentes y horrorizados, cómo otros migrantes fueron arrastrados por los ríos a pocos pasos de ellos. Durmieron en el suelo y experimentaron una desesperación que nunca podrían haber imaginado.
Pero cuando finalmente llegaron a un refugio en EEUU, enfrentaron un nuevo tipo de preocupación. Estaban en un país que no conocían, dirigidos por señales que no podían leer y navegando por complicadas cuadrículas de ciudades que no podían comprender. No tenían servicio celular ni ningún plan real sobre cómo llegar a Chicago.
El Tribune viajó con Esperanza y su familia desde El Paso, una de las regiones fronterizas urbanas más grandes del mundo, hasta Chicago Union Station para comprender mejor lo que los migrantes pexperimentan en el lado estadounidense de su viaje. El viaje tomó más de 48 horas en autobús y tren.
Aproximadamente 11 meses desde que el gobernador de Texas, Greg Abbott, comenzó a enviar inmigrantes de Texas a Chicago, la ciudad ha recibido 176 autobuses y más de 12,000 personas, la mayoría de las cuales son de Venezuela.
Los autobuses a Chicago son enviados no solo por Abbott, sino también por la ciudad de Denver y Caridades Católicas en San Antonio. Denver comenzó a proporcionar transporte gratuito para personas a otros destinos a mediados de diciembre, para gran exasperación de la exalcaldesa Lori Lightfoot, quien en enero exigió en una carta al gobernador de Colorado que la ciudad se detuviera. Meses después, con un nuevo alcalde, los autobuses siguen llegando.
Por lo general, las familias migrantes tienen personas en EE.UU que pueden apoyarlos económicamente para comprar pasajes aéreos o de autobús para llegar a sus ciudades de destino. Pero algunos de Venezuela, como la familia Méndez, llegan sin dinero y con pocas conexiones.
Entonces, en cambio, a través del boca a boca en la frontera, escuchan que pueden ir a El Paso y comprar boletos de autobús baratos a Denver o San Antonio, que los enviarán a otras ciudades, principalmente a Chicago y Nueva York. La mayoría espera solicitar asilo formalmente, una forma de protección que permite permanecer en Estados Unidos a aquellos que enfrentan persecución o daño en su país de origen.
La familia Méndez quería ir a Chicago porque el padre de los dos niños menores vive allí, dijeron. Esperanza dijo que no estaba claro si habría un lugar para quedarse cuando llegaran a Chicago. El padre de los niños había estado en la ciudad durante unos ocho meses, dijeron, y aunque estaban en comunicación con él, no estaban seguros de lo que sucedería.
La familia Méndez
Esperanza se dice afortunada.
Cuando era pequeña, su madre limpiaba hospitales y su padre era carpintero. De adulta, limpiaba casas en Venezuela.
“Pero después de un tiempo ya no pude más”, dijo en referencia a la crisis sociopolítica y económica de su país que obligó a la gente a dejar de pagar los servicios de limpieza.
Desde 2015, más de 7 millones de personas han huido de Venezuela como refugiados y migrantes, convirtiendo su éxodo en la segunda crisis de desplazamiento externo más grande del mundo, según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados. Si bien la mayoría de ellos han aterrizado en países de América Latina y el Caribe, más de 500,000 han llegado a Estados Unidos.
El gobierno de Estados Unidos actualmente permite que hasta 30,000 personas por mes, de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, vengan al país por un período de dos años. Más de 48,000 venezolanos han llegado desde el 5 de enero, según datos recientes del Departamento de Seguridad Nacional.
El viaje de la familia Méndez a Estados Unidos les tomó poco menos de dos meses, mientras que a algunas personas les puede llevar seis meses o más. Esperanza viajó con su hijo Fabián de 19 años, su hija Yuledy de 10 años y su hijo Pedro de 9 años. La novia de Fabián, embarazada de seis meses, Yolexi Cubillan, también se unió a ellos.
Lo mismo hizo su cachorro mitad chihuahua, Milo, de un año y medio.
A Yuledy, que a menudo vestía de rosa y se recogía el pelo en una larga cola de caballo, le gustaba abrazar a Milo y tomarse selfies con el teléfono de su madre. Pedro tenía problemas para quedarse quieto, exploró los callejones detrás del refugio y golpeteaba sus Crocs contra el suelo del autobús.
En el transcurso del viaje, Yuledy y Pedro fueron compañeros de juegos. Corrieron arriba y abajo de las plataformas del tren, lucharon con los brazos en las aceras, exploraron rincones y puertas en el refugio y le arrojaron patos de goma de plástico a Milo.
Yolexi emprendió el viaje sin su propia familia. Sus dos hermanos, uno mayor y otro menor, permanecieron en Venezuela, contó. Ella era una estudiante, hasta que los maestros abandonaron su escuela.
“Mi hija postiza. ‘Mi segunda hija’, le digo a la gente”, mencionó Esperanza respecto a la novia de su hijo, quien luce frenillos cuando sonríe.
A Fabián le gusta poner las manos sobre el estómago hinchado de Yolexi y comentar las patadas del bebé. Él esperaba un niño, dijo, y ella quería una niña. Él le prometió a su madre que trabajaría para mantener a su familia.
“Pero cuando era más chico, era salvaje. Peor que cualquiera de ellos. Malo. Retrasó todo”, dijo Esperanza, riendo.
Ella regañó a Pedro cuando se alejó a explorar un rincón del refugio y no le dijo a dónde iba. Se reía con Yuledy cuando se ponía un peluche en la cabeza o dibujaba un perro que se parecía a Milo. Se aseguró de que Yolexi comiera y descansara en el refugio.
Esperanza tiene tatuados en el antebrazo los nombres de sus dos hijos y un corazón con las iniciales de sus tres hijos en el tobillo.
“Los niños son nuestro mayor milagro y una bendición”, dijo. “Disfrútalos, quédate con ellos”.
Esperanza tiene un gran quiste en el lado derecho de su cuello por el cual espera recibir tratamiento médico. A ella no le gustaba hablar de eso. Usaba un inhalador y a menudo se quejaba de dolor de cabeza y de tener fiebre.
“Me da vergüenza. Me siento mal”, dijo sobre su quiste. “Traje todos mis papeles, porque quería que me vieran. Quería que me trataran”.
Yuledy miró hacia otro lado cuando su madre habló sobre el quiste.
‘La experiencia más fea de mi vida’
La familia de Esperanza era su mayor preocupación en la selva. El mundo natural no discrimina, dijo Fabian. Los ríos de la densa selva tropical del Darién te llevan y te levantan, no importa quién seas o de dónde vengas.
“La naturaleza no te deja saber lo que está haciendo. No te avisa”, dijo.
El Tapón del Darién es una jungla entre Colombia y Panamá que ha visto un número récord de migrantes cruzando sus 60 millas de selva tropical, montañas y pantanos en los últimos años. Se considera una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo. Más de 248,000 migrantes cruzaron en 2022, según el gobierno panameño.
También es una de las regiones más húmedas, y mayo y junio son los meses de mayor precipitación. La lluvia crea deslizamientos de tierra e inundaciones repentinas que pueden arrastrar a los migrantes cuando duermen.
“Mucha gente muere”, dijo Esperanza.
La familia Méndez ingresó al Darién el 29 de mayo y salió el 4 de junio.
El agua que fluye a través de la jungla cambia de color de transparente a marrón, dependiendo de qué tan rápido se precipita y agita los sedimentos. En un momento vieron a una mujer con un bebé siendo arrastrada por él. Un hombre corrió y trató de ayudar, pero la corriente era demasiado fuerte y ni la mujer ni el bebé sobrevivieron.
“Era su papá”, dijo Fabian. “Podías escuchar sus gritos”.
Pedro cayó al río mientras sostenía a Milo, pero otro migrante lo sacó.
“La experiencia más fea de mi vida fue ver a mi hijo caer en ese río”, dijo Esperanza. “Ese trauma se quedará conmigo. No quiero volver a cruzar ríos nunca más”.
Fabián y Yolexi continuaron por el río, pero después de ver los ahogamientos, Esperanza tomó un camino diferente con sus dos hijos menores, por una montaña. Se reunieron una hora y media después, dijo Fabián, pero su madre estaba aterrorizada. Odiaba estar separada.
“¡Mami, aquí estoy!” le gritó a ella a través del espeso follaje.
Esperanza dijo que odiaba la lluvia fuerte y el aire frío. El agua de la inundación repentina que se estrelló contra las rocas en la noche cerca de donde dormían, empapándolos a ellos y a sus escasas pertenencias. Perdieron la mayor parte de lo que poseían en el agua creciente.
Pero estas son experiencias de todos, dijo Esperanza. Algunas personas pasan, pero otras no lo logran. Se cansan. No pueden encontrar la fuerza para continuar.
“A veces, no tenía fuerzas”, dijo.
Cuando se sintió débil, sus hijos la ayudaron a seguir adelante, especialmente Yuledy.
“Caminé y caminé sobre montañas hasta que no pude. Me arrodillé y le dije a Dios que estaba lista para mi muerte. Pero vi (a Yuledy) continuar, continuar, y ella me dio fuerzas para hacerlo también”.
“Levántate”, le dijo Yuledy a su madre en su peor momento. “Párate”
Juárez
Después de viajar de Panamá a México en autobús público, la familia Méndez pasó 14 días en Monterrey y cuatro noches en la ciudad fronteriza de Juárez, México. Paralizada por el tráfico de drogas sintéticas y la pobreza, Juárez es conocida por su alto índice de delitos violentos, incluidos asesinatos y secuestros. El Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, un centro de estudios mexicano que publica anualmente las 50 ciudades más peligrosas del mundo, clasificó a Juárez en el puesto número 9 en 2022 con más de 1000 homicidios.
Alrededor de una docena de migrantes en el Parque Chamizal en Juárez que hablaron con el Tribune, habían estado esperando semanas para cruzar la frontera, durmiendo en cobijas o mantas y lavando su ropa en baldes de plástico.
Habían sobrevivido al Tapón del Darién y ahora yacían sobre la hierba seca, mirando sus teléfonos. Era mediodía, por lo que otros se habían ido a buscar trabajo temporal. La basura y los juguetes perdidos estaban esparcidos por los caminos alrededor del parque. Una niña venezolana de 3 años con cabello rizado se sentó en una colchoneta con su mamá y comió galletas de fresa.
Mientras algunos pasan semanas o incluso meses en Juárez, Esperanza y su familia pasaron cuatro noches durmiendo cerca del puente. La primera noche, el estruendo de un tren arriba los sobresaltó. Pedro agarró a su madre, gritando.
La única forma en que los solicitantes de asilo pueden solicitar protección en los puertos de entrada de EEUU es programando una cita a través de la nueva aplicación de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) One app, una aplicación móvil oficial utilizada por CBP para inspeccionar y documentar llegadas y salidas en Estados Unidos.
La aplicación ha mejorado significativamente desde que se creó en octubre de 2020 sin opción en español, dijo Crystal Sandoval, directora de iniciativas estratégicas de la sucursal de México del grupo de defensa de inmigrantes Las Américas. Pero las personas que tienen teléfonos con datos más lentos a menudo tardan más en conseguir citas y muchos todavía esperan meses. Es frustrante y puede ponerlos en riesgo, dijo Sandoval.
Y me refiero a ser secuestrado. Ser robado. Ser víctimas de acoso sexual o delitos”, dijo Sandoval.
Tras el fin de una ley fronteriza de la era de la pandemia a principios de mayo que provocó un aumento vertiginoso de la migración a EEUU, la aplicación ha ayudado a mantener bajos los cruces fronterizos ilegales, pero ha aumentado la cantidad de personas que esperan en Juárez una cita para ingresar legalmente. Hubo más de 42,000 encuentros de CBP con migrantes que intentaban ingresar a EEUU en El Paso en abril, y el número disminuyó en decenas de miles en los siguientes dos meses.
Mientras la mayoría de la gente espera una cita en la aplicación, algunos intentan simplemente hacer cola en un puerto de entrada y otros cruzan el río o escalan el muro, por desesperación o huyendo de la violencia.
En el lado de la frontera de El Paso, la cerca se eleva 30 pies sobre la arena. El gobernador Abbott ordenó que se agregaran bucles atados de alambre de púas en la parte superior y lateral de la cerca.
“Afilado como una navaja”, dijo un oficial de inmigración al Tribune.
‘Sentí de todo’
El 11 de julio, Esperanza y su familia se pusieron en fila y, utilizando la aplicación, cruzaron. Se les dijo que esperaran en una pequeña habitación directamente más allá del puente. Esperanza dijo que estaba nerviosa por ser procesada, pero los movieron rápidamente y les preguntaron si querían ir a un refugio.
“Sabía que no tenía dinero. Yo no tenía nada, así que acepté”, dijo Esperanza.
Si los inmigrantes ingresan a través de la aplicación CBP One, su caso se somete a la discreción de un oficial de CBP y el resultado es aleatorio. Pueden obtener la libertad condicional, lo que significa que pueden viajar libremente en Estados Unidos hasta la fecha asignada por el tribunal para su audiencia de asilo. Pero a veces son puestos arbitrariamente en centros de detención, según los directores de los albergues y los defensores legales.
Los que logran cruzar son llevados a refugios administrados por grupos religiosos o por el gobierno de El Paso cerca de los puertos de entrada. La mayoría de las personas que viajan solas van a la Iglesia del Sagrado Corazón en el centro de El Paso. Otros, como la familia Méndez, son conducidos a iglesias cercanas más pequeñas.
La familia Méndez de cinco miembros más un perro, salió de la cita con CBP a la calle en El Paso. Fueron recogidos por una camioneta con una familia de Haití y llevados a la Iglesia de la Sagrada Familia, un refugio un poco más lejos del puerto de entrada.
Esperanza había dejado todo atrás y tenía miedo de lo que le depararía el futuro.
“Sentí de todo”, dijo.
A trescientos cincuenta y nueve yardas del muro metálico que separa a México de Estados Unidos, la familia Méndez se instaló en la iglesia cercada por una alambrada.
“¡Bienvenidos a Casa Miguel!” un letrero en el exterior estaba pintado con letras rojas brillantes.
Había catres apilados en una esquina y bolsas delgadas llenas de ropa apiladas en un contenedor contra la pared opuesta. Los niños pequeños corrían en círculos, empujando camiones de plástico. Uno usaba pantalones caqui que se le caían. Ella se rió y se revolcó en el suelo.
El refugio es un centro de descanso temporal, un lugar donde las personas pasan la noche antes de organizar el transporte a las ciudades de Estados Unidos. Unas 50 personas son dejadas todos los días, a menudo directamente por CBP desde los puertos de entrada de la ciudad, dijo el reverendo Jarek Jaroslaw Wysoczanski, que dirige la iglesia.
Un médico vio a Pedro, que tenía una infección en la pierna. Era un hongo por dormir en el suelo, dijo Esperanza. El mismo médico le dio a Yolexi un chequeo y vitaminas prenatales. La familia cenó y se durmió.
Esperanza dijo que se levantó temprano para limpiar. Se preguntó si podría encontrar otros refugios para trabajar una vez que llegaran a Chicago.
En el momento somnoliento del día después de la cena, Holy Family estaba notablemente quieta y tranquila. En el estacionamiento, gritos lejanos de niños y hombres jugando al fútbol rebotaban en las paredes de las casas vecinas.
Las camitas de lona dura, o catres, y los juguetes y artículos no perecederos donados proporcionaron la mejor situación de vida que algunos migrantes habían visto en semanas o incluso meses, dijeron varios al Tribune.
“Han sido muy amables con nosotros. Nos han tratado muy bien”, dijo Esperanza.
En un momento de la noche, Esperanza no encontró a Yuledy y eso la llevó a un estado de pánico. Mientras tanto, Yuledy estaba sentada tranquilamente en una mesa en medio del refugio, usando lápices para colorear. Esperanza la regañó por no decirle adónde iba.
Cuando Milo lo mordió, Esperanza se sentó en un catre y lo cosió. Enhebró la aguja y tiró de ella con firmeza, como si hubiera atado los hilos rojos cientos de veces antes.
Su primera noche en el refugio, Esperanza lloró. Había llorado mucho antes de salir de Maracaibo y en lo más profundo de la selva. Había llorado de alivio cuando llegaron al puente en Juárez, México. Pero este era un llanto diferente: un llanto silencioso y cansado sobre cuánto tiempo más les quedaba por recorrer antes de llegar a un lugar con el que habían estado soñando durante meses.
Milo
A la mañana siguiente, Pedro y Yuledy jugaron con Milo y ondearon banderas estadounidenses de plástico. Después de sentarse a desayunar donas y café, Wysoczanski se acercó a Esperanza para confirmar sus planes de viaje.
“Me dijo que nos ayudaría a llegar a Lenver. ¿Sabes qué es Lenver?, preguntó.
Muchos inmigrantes en El Paso compran boletos a Denver o San Antonio porque han escuchado que esas ciudades brindan transporte gratuito a otras ciudades más grandes, como Chicago o Nueva York, según voluntarios de la iglesia.
Un boleto de autobús a Denver desde El Paso cuesta $90 para un adulto, mientras que los boletos de avión y autobús a las principales ciudades fuera de El Paso pueden costar más de $300. Denver compra boletos de autobús para que las llegadas se dirijan a otros lugares de Estados Unidos, lo que mantiene sus refugios municipales relativamente vacíos. Los inmigrantes ven a Denver como un centro de tránsito con “boletos gratis”.
Alrededor de 15 a 20 veces al año, la iglesia recibe a una familia numerosa con pocos recursos, por lo que los voluntarios se unen para ayudar, dijo Wysoczanski. La familia Méndez era una de esas familias.
Esperanza se sorprendió cuando le dijeron que un viaje en autobús a Denver tomaría más de 10 horas, pero sabía que con cinco personas y un perro, volar sería demasiado costoso. Fue con Wysoczanski a comprar boletos de autobús, trayendo las identificaciones venezolanas de la familia. Sus hijos y Milo se quedaron en el refugio.
Una mujer con un chaleco gris recogió el dinero en efectivo que Wysoczanski sacó de su bolsillo, luego Esperanza preguntó si podía llevar a Milo.
“Lo siento, pero no podrás”, dijo en español. “Es la política de autobuses”.
El rostro de Esperanza cayó. La familia había llevado al pequeño Milo por miles de millas, lo habían llevado a través de la jungla y en un viaje en autobús de 18 horas a Monterrey desde el sur de México. No podían dejarlo.
Pero cuando Esperanza pidió que le devolvieran su dinero, la mujer del mostrador se negó. Ella negó con la cabeza y se alejó.
“¿No podemos registrarlo como un perro de servicio por todo el trauma por el que han pasado?”, dijo Wysoczanski frenéticamente.
Aturdida, Esperanza se paró en el mostrador, llorando. Se había dicho a sí misma repetidas veces durante el viaje que si necesitaba dejar al perro o dárselo a alguien, la devastaría.
Casi media hora después, Wysoczanski y Esperanza todavía estaban en la fila frente al mostrador de boletos del autobús, sin saber qué hacer. La mujer volvió de mala gana, abrió la caja registradora y devolvió los billetes del cajón.
“La próxima vez, preste atención a la política”, dijo.
Wysoczanski y Esperanza se dirigieron a la estación de autobuses Los Angeles Limousine Express cercana y pagaron el mismo precio por un viaje con un perro, bajo la promesa de que estaba vacunado y viajaría en una jaula todo el tiempo.
La familia Méndez, incluido Milo, se iría más tarde esa noche, les dijeron.
Amplias calles pavimentadas
Debido a que la compra de boletos tomó tanto tiempo, Wysoczanski tuvo que irse a una reunión. Esperanza caminó la milla de regreso al refugio desde la estación de autobuses en El Paso, con los techos de Juárez detrás de ella, al otro lado de la frontera.
Recordó su tiempo en el Tapón del Darién mientras caminaba, señalando la parte superior de un hotel de 17 pisos en El Paso: Hotel Paso Del Norte. Su familia escaló más de 11 picos igual de altos a principios del mes anterior, dijo.
Observó las amplias calles pavimentadas de El Paso, hizo preguntas sobre cada tienda y probó palabras en inglés como “flower”. En Venezuela, dijo, la moda era importante. Llevaba ropa de colores brillantes y cuidadosamente escogida. La mayoría de sus pertenencias se perdieron en el Darién.
“¿La ropa es barata aquí?” preguntó, mirando en una vitrina a un maniquí vestido con ropa casual de negocios.
Sostuvo sus papeles de inmigración de cerca. Su fecha de corte asignada para solicitar asilo formalmente no es hasta el 3 de diciembre de 2025. Quiere buscar trabajo, reunir dinero y poner un techo sobre las cabezas de sus hijos, dijo.
Hacia lo desconocido
Desde su primer día en Estados Unidos, la familia Méndez aprendió que la migración no se trata tanto de qué tan bien te puedes mover sino de qué tan bien puedes esperar. El calor de 105?F mantuvo a casi todos dentro del refugio todo el día, esperando para partir en su transporte ya organizado.
Esperanza y Pedro tomaron café y comieron donas de la mañana, rancias, para pasar el tiempo. A medida que se acercaba la noche, se movían, hablaban entre ellos y recogían sus pertenencias. Cenaron en silencio: espaguetis, ensalada, pan, paletas de hielo y uvas verdes.
Esperanza cargó a Milo en su caja de plástico, donada por uno de los voluntarios del refugio. Wysoczanski empaquetó bolsas de alimentos no perecederos para los viajes.
Luego se amontonaron en el regazo del otro en la camioneta y condujeron a través de El Paso. La gente se reunió frente a la terminal de Los Angeles Limousines. La familia y Wysoczanski se abrazaron y se tomaron fotos en el estacionamiento.
“Estamos muy agradecidos de haberte conocido. Te llevaremos en nuestros corazones para siempre”, dijo Esperanza.
Llevaba unas mallas negras donadas y una camiseta que decía “sigue a tu corazón”. Sus anteojos estaban colocados en su cabeza y jugueteaba con las cuentas de un rosario escondido debajo de su camisa.
La familia abordó el autobús Limousine a las 7:45 p. m., pero se les ordenó dejar a Milo en el área de almacenamiento de equipaje separada en la parte inferior del autobús durante el viaje de 11 horas. Esperanza no sabía que esa sería la política, y jadeó en estado de shock.
Vertió agua en un recipiente vacío de Cheerios y lo hizo beber por unos momentos antes de subirse.
Luego, la familia se sentó, repegando las piernas contra las charolas de plástico plegables frente a ellos.
Fabián y Yolexi juntaron sus cabezas y se pusieron a ver su teléfono. Yuledy tiró de los pantalones cortos de Pedro y le dijo a su mamá que no se había puesto ropa interior en el refugio.
Las nubes eran densas sobre Juárez cuando el autobús lleno arrancó hacia Nuevo México. Pedro miró por la ventana las montañas que pasaban. Esperanza tomó un video en su teléfono. Yuledy señaló y miró fijamente.
“¡Mira, mami! Cuando la muñequita está roja, está ocupado. Míra”, dijo Yuledy, señalando la figurita afuera del baño.
Saltó por el pasillo del autobús, y Esperanza negó con la cabeza a sabiendas.
El autobús era incómodo, pero la familia Méndez durmió de todos modos, girando sus cuerpos para caber en sus asientos, que rebotaban hacia arriba y hacia abajo. El aire frío salió disparado de las rejillas de ventilación de arriba.
El autobús avanzó, los baches sacudieron las ventanas. Esperanza sostuvo a Yuledy con fuerza en sus brazos.
Procesado rápidamente
Esperanza, Fabián, Yolexi, Yuledy y Pedro se bajaron del autobús en Denver, estiraron las piernas y agarraron sus pertenencias. Nadie sonrió. Ni siquiera cuando sacaron a Milo de su jaula.
“Lo primero que debemos hacer es preguntar dónde está el refugio”, dijo Fabián, con una nube de incertidumbre en su rostro.
La familia salió de la estación a la calle. Yuledy recogió una flor diente de león y se la puso detrás de la oreja. Se pararon en la acera. Unos pocos grupos de migrantes en situaciones similares se encontraban cerca.
Un venezolano de 24 años llamado Owen Ceballos se quedó afuera. Entabló una conversación con Fabián, diciéndole que tenían que ir al Coliseo, donde serían procesados y ayudados.
Ceballos dijo que llegó a Denver hace ocho meses y gana dinero transportando a inmigrantes desde la estación de autobuses hasta el refugio temporal en el Coliseo de Denver.
Se ha ganado la vida por sí mismo; es suficiente para pagar un apartamento decente en la ciudad.
Aceptó $20, o lo que dijo que era la mitad del precio del viaje, porque era todo lo que podían pagar. Un voluntario del refugio de El Paso les había dado dinero en efectivo antes de que se fueran.
Ceballos tocó una canción mexicana, “Supe que me amabas” de Marcela Ganara, en el auto. Esperanza cantó, mirando por la ventana.
Se alinearon afuera del Coliseo con docenas de otros migrantes en busca de dirección. Un hombre con una camisa a cuadros se acercó y les preguntó cuáles eran sus planes.
“Conoces gente en Chicago, ¿sí?” preguntó en español.
Ellos asintieron.
“Chévere”, dijo. “Excelente. Abrimos a las 8?.
El Tribune intentó ingresar al refugio municipal en el estadio de Denver, pero los funcionarios le pidieron que abandonara las instalaciones. Esperanza dijo que la ciudad tampoco le permitió entrar al Coliseo con Milo. Sus hijos entraron mientras ella esperaba afuera. La ciudad inmediatamente les compró cinco boletos de Amtrak que saldrían más tarde esa noche.
“No nos ofrecieron agua ni comida. Nos sentaron en sillas de plástico y nos procesaron rápidamente”, dijo Esperanza.
Denver ha recibido a más de 14,000 inmigrantes desde diciembre y ha comprado unos 6,400 pasajes de autobús y Amtrak por más de $2.3 millones desde entonces, según Victoria Aguilar, portavoz de Denver Human Services. Aproximadamente un tercio de ellos han ido a Chicago, según datos de Denver.
Jesús de la Torre, investigador del Hope Border Institute, que trabaja con migrantes en El Paso, Juárez y Las Cruces, dijo que cuando los gobernadores suben a los migrantes a los autobuses o las organizaciones benéficas y los gobiernos de las ciudades los envían rápidamente, son tratados como peones políticos.
“Existe una clara necesidad de que las personas obtengan transporte desde las ciudades fronterizas hasta las ciudades de destino. Pero necesitamos un sistema de coordinación nacional que pueda ayudar a las personas a llegar a sus destinos. Necesitamos que las ciudades de destino sean conscientes de la cantidad de personas que llegan. Tenemos que hacerlo de una manera humana y coordinada”, dijo.
Los funcionarios de Denver subieron a la familia a un autobús que los dejó en la estación de tren. La brusquedad los sobresaltó y se instalaron en el andén frente al mapa de trenes.
‘Que bonito’
¿Cuándo llegará el tren aquí? ¿Por qué tarda tanto? ¿Cómo sabremos dónde embarcar? Todas sus preguntas quedaron sin respuesta.
Un hombre que se presentó como Enrique se acercó a la familia y les preguntó adónde iban, si necesitaban algo. Intercambió números de WhatsApp con Yolexi.
“No seas tímida, yo necesito a alguien como tu… Te ayudo en lo que sea, pero a ti sola”, le escribió más tarde.
La familia se sentó, viendo pasar a los peatones que se dirigían al concierto del viernes de Taylor Swift. Los fanáticos usaron chándales brillantes y deslumbrantes. Pasó una chica de cabello rubio y un vestido rojo suelto, y Esperanza la miró con asombro.
“Qué linda”, le dijo a Yuledy.
Cerca de allí, se estaba jugando el partido Rockies-Yankees en el Coors Field y se escucharon los rugidos de los aficionados. Los fanáticos de Colorado usaron camisetas deportivas de lino blanco y morado prensado. Algunos miraban a la familia al pasar, pero otros los ignoraban.
“Es hermoso aquí”, dijo Esperanza, notando las macetas llenas de flores moradas y rojas. “Si se ve así en todas partes, entonces estaremos bien”.
Pero Esperanza también tenía fiebre y dolor. Tenía hambre y nostalgia.
Echaba de menos los sonidos de la lengua maracucho, la variedad del español que generalmente se habla en el estado de Zulia, en el noroeste de Venezuela, de donde es originaria. Añoraba la cocina de su madre, la casa de tres cuartos que habían dejado atrás, la vecina que le daba pena a su hijo mayor Fabián por no cerrar bien la puerta. Por sus dos gatos, tres perros, dos conejos. Para caraotas negras: frijoles negros que se cuecen a fuego lento en una estufa. Para un café divino y suave.
La familia yacía sobre mantas sobre el concreto, estirando los bocadillos que habían recibido en el refugio en El Paso. Esperanza partió un sándwich de mantequilla de cacahuate y mermelada y se lo comió lentamente, cada rebanada de pan individualmente.
El tren se retrasó tres horas. Yuledy y Pedro exploraron las habitaciones en Union Station de Denver, lucharon con los brazos cerca de la barandilla, lanzaron botellas de agua de plástico y corrieron entre sí en la plataforma. Yolexi y Fabian jugaron con la cara del otro y se rieron.
Se hizo de noche y empezó a llover. Finalmente, la bocina de un tren sonó en la distancia. Esperanza y sus hijos juntaron sus almohadas y bolsas y se alinearon.
Amtrak
En el tren, Yuledy se quedó dormida y también Esperanza. Durmieron mucho tiempo. Cuando Esperanza se despertó, al principio tuvo miedo cuando abrió los ojos y vio el campo borroso: depósitos de chatarra, parques de casas rodantes y campos de béisbol. Volvió a dormir.
Era su primera vez en un tren. Durmieron hasta la tarde.
“Tuve frío anoche”, dijo Yuledy cuando se despertó, frotándose los hombros.
El Amtrak se sentía espacioso en comparación con el autobús Limousine de El Paso.
Pedro y Yuledi corrían con botellas de agua de plástico, explorando. Encontraron el vagón comedor y el baño.
“Los niños menores de 13 años deben estar acompañados por un adulto”, dijo el hombre que dirigía el café por el intercomunicador.
Pasaron por Nebraska, Iowa e Illinois, y la familia comentó lo que vieron por la ventana. Las hileras de maíz que se doblaban como una ilusión óptica. Los árboles, los campos.
“Me recuerda a un lugar en Venezuela llamado Mene Grande”, dijo Yolexi, refiriéndose a las colinas al sureste de Maracaibo.
Pasaron por un lago y Esperanza se lo señaló a Yuledy.
“Ella quiere aprender a nadar. Ella siempre me ha dicho eso”, dijo.
Las horas de correr en una dirección y el soplar del aire de la ventilación, el olor a café rancio y el olor corporal retorcieron el estómago de Esperanza. Ella hizo una mueca y presionó su cabeza contra la ventana.
Después de casi 18 horas en el tren, finalmente se le acabó la paciencia. Pedro saltó emocionado, diciéndole que iba a explorar el carro de abajo.
“Por favor, no me hagas bajar y encontrarte”, dijo.
Las luces se atenuaron y les dijo a Pedro y Yuledy que se sentaran. Dijo que estaba cansada de viajar. Le dolía el cuerpo. Deseaba poder entender lo que decía la gente por el intercomunicador.
¿Qué hacemos?
Los campos se volvieron edificios dispersos, que luego se convirtieron en rascacielos, y Pedro y Yuledy miraron por la ventana el horizonte emergente de Chicago.
“Mi papá está allí y dice por teléfono que hay muchas ardillas allí”, dijo Yuledy. “Ardillas negras”.
Pedro asomó la barbilla y miró el andén del tren con asombro. El tren redujo la velocidad hasta detenerse.
Cincuenta y dos días después de salir de Venezuela, después de caminar penosamente a través de la jungla, atravesar montañas y viajar en autobús y tren, la familia de cinco integrantes llevó sus maletas al andén del tren en Chicago Union Station, sin tener idea de a dónde se dirigían. Esperanza agarró con fuerza la jaula para perros.
“Bienvenidos al gran salón”, decía un letrero que no podían leer.
Eran solo alrededor de las 6:00 p. m., pero estaban cansados, incluso desorientados, cuando entraron arrastrando los pies en la aireada sala de espera. La gente rodaba maletas detrás de ellos y los anuncios resonaban en inglés. Milo gritó desde su jaula.
Admiraron los techos altos, las tallas ornamentadas y los largos bancos de madera. Incluso se tomaron una foto frente a la bandera estadounidense que colgaba.
La luz cálida y los letreros luminosos no lograron calmar el miedo de Esperanza. Su rostro estaba contorsionado por la preocupación, que contagió a Yuledy. Por primera vez desde que llegó a El Paso, parecía que Yuledy iba a llorar.
“¿Qué hacemos?” preguntó Esperanza.
Fabián no tenía respuestas.
“Me dijeron que un autobús nos recogería y nos llevaría a una casita donde nos procesarían y nos llevarían a un albergue”, dijo Esperanza.
Caminaron por West Jackson Boulevard hacia el frente de la estación y se sentaron junto a una gran columna, buscando refugios en sus teléfonos. Los peatones pasaban con vestidos florales, bebían alcohol y subían a Ubers.
“Escuché que están otorgando contratos de arrendamiento de dos años en Denver, pero no lo sé. Y ya nos hemos ido. ¿Tienes señal? preguntó Esperanza.
Fabián negó con la cabeza. Paseó de un lado a otro, mirando los coches que pasaban volando por South Canal Street.
“Estoy un poco cansado”, dijo Pedro, apoyándose contra una pared.
Esperanza dijo que esperaba que Chicago fuera mejor que Denver, pero ahora, perdida cerca de la estación de tren sin saber a dónde ir, tenía dudas.
“Para (Denver) es más fácil enviarnos lejos que mantenernos allí. Es cierto, ¿verdad? Nos procesaron rápidamente. Es más fácil para ellos”, dijo, recordando su tiempo en el Denver Coliseum. “Nos sacaron. Me sacaron”.
La familia había escuchado que el sólido sistema de refugios de Chicago tenía muchos beneficios: tarjetas de identificación para los niños, oportunidades laborales y ayuda para la vivienda.
“No quiero vivir en un refugio toda mi vida”, dijo Esperanza. “Me gustaría ir a algún lugar donde esté bien. Donde tendré oportunidades”.
Se sentó y vio pasar a Chicago frente a ella.
Lo habían logrado. Esto es.
Esperanza contó cómo cuando salieron de la selva y se dirigían a Panamá hace como seis semanas, se encontraron con un grupo de migrantes que habían sobrevivido al viaje, reunidos en lo que ella llamó un “círculo de migración”. Yuledy y Pedro se habían desvanecido brevemente en el círculo de personas, y cuando ella se acercó al grupo, emergieron con comida.
Miró a sus hijos sentados a su lado en la acera.
“Son tan valientes”, dijo. “Gracias a Dios están a salvo y saludables”.
Cantó suavemente para sí misma.
Nota: Miles de migrantes han llegado a Union Station de Chicago en las mismas circunstancias que la familia Méndez durante el año pasado, y más de 800 están durmiendo actualmente en las estaciones de policía con una gran necesidad de servicios de salud y reasentamiento. Según la ciudad, todos los días siguen llegando buses de migrantes del Sur.
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Este texto fue traducido por Leticia Espinosa/TCA
]]>Pero el domingo, González regresó a la casa de la familia en La Villita con sus hijos, dijo Acevedo. Y el lunes, sus peores temores se hicieron realidad. Poco después de la medianoche, su esposo supuestamente les disparó y mató a González, quien acababa de celebrar su cumpleaños 48, y a su hija Daniela Álvarez, de 15 años. También hirió a su hijo, Emmanuel Álvarez, de 18 años, dijeron las autoridades.
José Álvarez, de 67 años, fue acusado el martes de dos cargos de asesinato, un cargo de intento de asesinato y un cargo de agresión agravada al disparar un arma de fuego. Álvarez fue arrestado después de que su hijo llamara a la policía y dijera que su padre acababa de dispararle, según un informe policial.
Los oficiales que respondieron a la llamada encontraron a Álvarez padre parado en la sala de la casa familiar, en la cuadra 2600 S. Millard Ave., y le dijo a la policía que se estaba “defendiendo”, según el informe. Luego, los oficiales encontraron los cuerpos “sin vida y ensangrentados” de la esposa de Álvarez y su hija de 15 años en el piso con heridas de bala, según el informe.
Su hija Daniela tenía una herida de bala en la cara y su madre tenía múltiples heridas de bala en el torso, dijeron las autoridades.
La oficina del defensor público del condado de Cook representó a Álvarez en la audiencia del miércoles, pero una portavoz dijo que la familia está buscando un abogado privado y no podía hacer más comentarios.
Emmanuel fue el único que sobrevivió después de salir corriendo del apartamento mientras su padre lo perseguía, comentó Dolores Castañeda, una activista de La Villita que está en contacto con la familia. Fue llevado al Hospital Mount Sinai en buenas condiciones, pero tiene una herida en la pierna y movilidad limitada, según una página de GoFundMe creada por su familia para recaudar dinero para los gastos del funeral y los servicios de salud mental para Emmanuel.
Acevedo dijo que los asesinatos fueron provocados por una discusión, pero agregó que la familia sufría violencia doméstica durante más de una década. El fin de semana pasado, González participó en un retiro espiritual donde le contó a Acevedo que ella y su familia vivían bajo constantes amenazas, y dijo que Álvarez incluso, dormía con el arma a su lado.
La madre estaba destrozada y se sentía impotente, recordó Acevedo.
“Desafortunadamente, como la mayoría de las mujeres en nuestras comunidades que tienen parejas abusivas, no pudo encontrar una manera de romper el ciclo”, dijo Acevedo el miércoles mientras miraba el altar improvisado que ayudó a erigir. “Estamos devastadas, pero a partir de ahora seremos la voz de Karina y haremos todo lo posible para crear conciencia y empujar a otras mujeres a buscar ayuda”.
Acevedo, una defensora de la salud mental, ha trabajado de forma independiente a través de un grupo que ella llama Almas Nuevas, reclutando mujeres que están experimentando problemas de salud mental, abuso de sustancias y violencia doméstica en comunidades latinas para construir una red para empoderarse mutuamente. La mejor amiga de González las conectó a los dos y acababan de iniciar el proceso para levantar el ánimo de González, dijo Acevedo. El grupo de mujeres estaba trabajando para encontrar apoyo y recursos para la madre.
Tanto los hijos como la madre sufrían una profunda depresión y problemas de salud mental, dijo Acevedo, quien refirió a González a Mujeres Latinas en Acción, una organización sin fines de lucro que brinda apoyo a víctimas de violencia doméstica en el área de Chicago.
“Ella había dado el primer paso y él se lo quitó todo. No estoy segura de por qué regresó”, dijo Acevedo.
Acevedo dijo que el final trágico de la familia ocurre con demasiada frecuencia cuando las familias negras y latinas experimentan violencia doméstica. Una de cada 3 latinas experimentará violencia de pareja íntima en su vida, según Esperanza United, una organización que tiene como objetivo movilizar a la comunidad para acabar con la violencia de género.
Pero pocas mujeres hablan, dijo Acevedo.
Varias barreras ponen a las mujeres de color en mayor riesgo y les dificultan dejar a sus parejas abusivas, incluido el estado migratorio, las dificultades financieras, la falta de apoyo o incluso la falta de información sobre cómo y dónde encontrar apoyo en español.
Después de la pandemia de COVID-19, en los últimos dos años, la ciudad experimentó un aumento de violencia doméstica. En 2021, las llamadas a la línea directa de violencia doméstica de Illinois aumentaron un 9 % en comparación con 2020, y los tiroteos relacionados con violencia doméstica aumentaron un 64 % en Chicago en 2021, según un informe de 2022 de The Network, una organización de investigación y defensa de la prevención de la violencia doméstica.
Castañeda, residente desde hace mucho tiempo del vecindario de La Villita, dijo que la violencia doméstica se ha normalizado ampliamente en la comunidad latina, a menudo enmascarándola con tradiciones y normas sociales arraigadas.
“Es doloroso ver cuánto sufren las familias en silencio”, dijo Castañeda.
El hijo mayor, que vio cómo su padre mataba a su madre, lleva “el peor dolor de todos”, agregó. Está traumatizado, tratando de encontrar una manera de seguir adelante, dijo. Castañeda añadió que está en contacto con la familia, que está recaudando dinero para enterrar a González y su hija.
Álvarez compareció ante el tribunal el miércoles para una audiencia durante la cual un juez del condado de Cook ordenó retenerlo sin derecho a fianza hasta la audiencia de fianza el jueves. Un defensor público dijo que Álvarez tiene “problemas de salud” y le pidió al juez que le permitiera recibir atención médica, la cual le fue concedida.
Acevedo insta a la comunidad a dar un paso al frente por quienes ellos ven que sufren violencia doméstica en silencio. Ella planea honrar el nombre de González ayudando a otras mujeres.
“Que su muerte no sea en vano”, dijo.
Ella recordará a los dos, sonriendo detrás de su dolor y cantando como lo hicieron durante la celebración de su cumpleaños el sábado por la noche, solo unos días antes de que loas mataran.
El grupo de mujeres que pasó el último fin de semana con González se reunirá afuera de su casa el jueves por la noche para organizar una vigilia por la madre y la hija.
-Madeline Buckley de Chicago Tribune contribuyó.
Larodriguez@chicagotribune.com
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Este texto fue traducido por Leticia Espinosa/TC
]]>El camino a Palacio implica sortear zancadillas y ataques de francotiradores, algunos de ellos colocados por los propios colegas de Xóchitl (Gálvez), una senadora de impecable trayectoria. Sí, ella está sola, pero tiene carisma, es magnética, posee una nutrida propuesta moderna, cuenta con una contagiosa fortaleza anímica, se graduó en la UNAM como ingeniera, gracias a los programas sociales del gobierno federal. ¡Más? ¡Sí! vendía descalza gelatinas en las calles, ¿cuál fifí?
Xóchitl habrá de cumplir con las reglas que impondrá la alianza partidaria, diseñadas, en buena parte, para favorecer a ciertos candidatos presidenciables y excluir a los indeseables, como podría ser el caso de la propia senadora Gálvez, famosa por su intransigencia en lo relativo a los negocios turbios, increíble, pero cierto, un impedimento que podría descalificarla en su promisoria carrera: no está dispuesta a corromperse.
¿Podrá reunir 500 mil firmas, tener el mínimo requerido de conocimiento social y de intención de voto en un cortísimo plazo? No se ve fácil, pero supongamos que librara las zancadillas, satisficiera las reglas y que su poder de su convocatoria superara las mezquindades y envidias políticas, objetivos complejos de superar, más no imposibles, y en dicho contexto, la dejaran pasar, para ser postulada como candidata de la oposición, pues bien, en dicho evento, todavía tendría que luchar contra Sheinbaum o Ebrard, contrincantes que financiarían sus campañas ilegalmente con el ahorro público, sobornando y amenazando al electorado al envenenar la contienda electoral con consultas espurias violando impunemente la legislación, como aconteció en el Estado de México, una realidad de la que se debe aprender…
El reto de Xóchitl requerirá de 25 millones de firmas para ganar. ¿Imposible…? Xóchitl es mujer, experta en robótica, en sustentabilidad, una empresaria exitosa, defensora de los pueblos indígenas, de incuestionable reputación, por lo cual AMLO no podría ejercer chantaje alguno en su contra, a diferencia de lo ocurrido en Edomex. Xóchitl, la Flor del Tepeyac, fue premiada por el World Economic Forum como una de las cien líderes globales del futuro del mundo. Entiende las ventajas del Nearshoring, de la creación de empleos y de la importancia de sol y viento para construir plantas generadoras de energía eléctrica limpias y baratas. Posee una justificada sensibilidad social, ha defendido a las mujeres y a los indígenas en situaciones de pobreza, reabriría las estancias infantiles, las escuelas de tiempo completo y los comederos comunitarios. Su discurso político está bien vertebrado, sabe reír, está informada, se opone a la informalidad, al odio y a la división nacional, es aspiracionista, entiende la importancia de la educación, ha estudiado, es valiente y aguerrida, y tan no se empequeñece, que responde a una calumnia presidencial en su contra, con un amparo para ejercer su derecho de réplica y exponer a AMLO al peligro de un desacato de graves consecuencias políticas. Su lenguaje populachero, en ocasiones soez, no ofende, atrapa, ostenta un sorprendente sentido del humor, escaso entre los funcionarios de hoy. ¿Cuándo se había visto a un político mexicano enfrentarse con el jefe del Estado, no para pedir un favor, sino para exigir un derecho y ante los medios difusión masiva?
A Xóchitl, gran protagonista actual de la política mexicana, le cerraron, por lo pronto, las puertas de palacio, salvo lo que resuelva la Corte, veremos si también se las cierra una oposición obnubilada que ve más por los intereses partidistas, que por los de la República, con lo cual podría facilitar el arribo de un nuevo Maximato para retrasar, aún más, las manecillas del reloj de la historia patria….
(Publicada originalmente el 23 de junio de 2023)
Francisco Martín Moreno es escritor y periodista mexicano que se ha especializado con maestría en la novela histórica. Puedes seguirlo en @fmartinmoreno
]]>Él y su esposa Betzabeth Bracho anidaron sus maletas en una banca en la estación de policía del Distrito 5, en Pullman. Aproximadamente a siete semanas de llegar a Chicago desde San Antonio, Texas, ya tienen una rutina. Vinieron tras escuchar que es una ciudad santuario, un lugar amigable para los migrantes.
Antes de acostarse, comen comida donada y sándwiches comprados en la tienda en recipientes de plástico, se bañan en el baño público, inflan el colchón de aire y llaman a sus dos hijos pequeños al otro lado de la frontera.
Ramírez, de 38 años, y Bracho, de 33, no fueron seleccionados como parte de los grupos de personas con “necesidades médicas o especiales, familias o solteros con otras necesidades críticas como embarazo”, a quienes la municipalidad da prioridad para trasladarlos a refugios temporales; y como muchos recién llegados, ellos están bien con eso. Reciben un mejor trato en las comandancias de policía que en los refugios administrados por la ciudad, dicen, a pesar de lo que los espectadores podrían describir como condiciones de vida inhumanas.
El Tribune pasó una noche en la estación del Distrito 5 para observar cómo la pasan los migrantes durmiendo en pisos de baldosas duras, con luces brillando en sus rostros, residentes llegando a la estación a cualquier hora de la noche y las sirenas de la policía sonando ocasionalmente.
Hasta el viernes, había 4,878 solicitantes de asilo en 13 refugios administrados por la ciudad y 460 esperando en estaciones de policía, según un comunicado de la vocera de la Oficina de Manejo de Emergencias y Comunicaciones, Mary May. Los números del conteo del distrito policial se analizan cada mañana, según el comunicado, y las decisiones de “descompresión” se basan en el volumen de clientes en estaciones específicas, personas con circunstancias especiales, disponibilidad de espacio y planes de transporte.
“Las personas reciben un número de solicitud de servicio del 311 al entrar al sistema. Esto ayuda con el seguimiento cuando llegan”, dice el comunicado. “A medida que los recién llegados y los solicitantes de asilo continúan llegando a Chicago en autobús y otros medios, los funcionarios de la ciudad están trabajando simultáneamente para identificar espacios para convertirlos en refugios temporales y para ayudar a las personas y familias a identificar oportunidades de vivienda más permanentes”.
A menudo, cuando el número baja, rápidamente vuelve a subir con la llegada de más solicitantes de asilo, dice el comunicado. Casi dos docenas de autobuses han llegado desde Texas desde el 9 de mayo, según la ciudad, incluidos siete desde mediados de este mes.
La ciudad llevó a unos 38 de los migrantes a la estación del Distrito 5 a principios de mayo y quedan 12, dijo Bracho en una noche reciente.
7:25 — Bracho se paró afuera de la estación y dijo que pasó el día en una construcción de casas. Ella dijo que todos los días llega un hombre alrededor de las 9 a.m. para recoger a un grupo de hombres de la estación en su camioneta y llevarlos a un sitio de construcción. Los deja un poco antes de las 7 p.m.
Ramírez gana entre $120 y $150 por día, y cuando ella también va, ganan aún más, dijo Bracho. En Venezuela, Bracho estudiaba para ser maestra de jardín de infantes.
La mayoría de los policías los dejan en paz, dijo, pero a veces los miran mal. Y ciertamente no intentan ayudarlos, dijo.
“No estamos aquí porque queramos estar. Quiero irme”, dijo en español. “Mi marido sale todos los días a buscar trabajo. Salgo todos los días a buscar trabajo. Me gustaría decirles que estamos tratando de ganar dinero para poder mudarnos lo más rápido posible”.
Dos o tres veces por semana, un voluntario los lleva a un lugar diferente para ducharse.
Esta noche, se lavaron usando un balde de plástico con agua que llenaron en el fregadero, luego caminaron a una tienda cercana para comprar pollo caliente. La tienda estaba cerrada el jueves por la noche, dijo, por lo que comieron los productos no perecederos que habían guardado.
“No es fácil estar aquí”, dijo Bracho. “No es fácil vivir aquí”.
Señaló un grupo de bicicletas apoyadas contra la pared de la estación y dijo que un grupo de voluntarios las había donado. La mayoría eran bicicletas para niños y los voluntarios habían preguntado si los inmigrantes todavía las querían. Todos habían dicho que sí.
Los hijos de Bracho, José Ramírez, de 7 años, y Jubert Javier, de 11 años, viven en Venezuela con su tía y su abuela.
8:54 — Mientras Bracho se duchaba y comía, otros venezolanos se arremolinaban alrededor de la estación.
Huberth Espinoza, de 65 años, yacía en una banca de metal afuera con su hijo Kalil Espinoza, de 27 años, sentado a su lado. La parte inferior de su vientre sobresalía de su camiseta verde. Han estado en la estación durante un mes, dijo.
Espinoza dijo que también huyó de su país por motivos políticos y está ahorrando dinero para comprar un apartamento en la ciudad. Su rostro se iluminó cuando describió cómo solía ser su país, antes de que Nicolás Maduro comenzara a tomar medidas enérgicas contra las fuerzas de oposición y antes de que millones perdieran el acceso a la atención médica y la nutrición.
Contó que el interior de la estación de policía suele ser ruidoso y hostil por la noche, especialmente los fines de semana.
“Cuando hace frío afuera es peor”, dijo en español. “La gente orina en el suelo”.
Espinoza dijo que trabajaba en energía solar eléctrica en Venezuela. Dijo que sus 11 hijos están dispersos por América Latina, su esposa en Chile.
Como muchos, su viaje a Estados Unidos fue brutal, dijo.
“Veníamos por las montañas, cruzando ríos, violaban mujeres, moría gente”, dijo al relatar los meses que pasó de paso por Colombia, Panamá, Costa Rica y Honduras.
Cruzar de Juárez a El Paso fue lo más difícil, agregó, porque lo separaron de su hijo en una redada del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas en las Montañas Franklin. Cuando llegó a Estados Unidos, se entregó a las autoridades para poder reunirse con su hijo. Tienen una cita en la corte programada para septiembre, indicó.
Lloró pensando en ese tiempo sin su hijo, mirando el rayo de luna que brillaba en el patio de la policía.
Los dos ahora se sentaron uno al lado del otro, jugando con un teléfono y una tarjeta de datos que compró Espinoza. Cuando se hizo lo suficientemente tarde, entraron por la puerta giratoria de la estación, colocaron un tapete donado junto a un quiosco EZ Pay y frente a un contenedor de desechos farmacéuticos en el vestíbulo, lo cubrieron con mantas donadas y se acostaron uno al lado del otro. Se concentraron en el nuevo teléfono de Espinoza.
9:16 — Algunos oficiales de policía que llegaron en auto, caminaron hasta el mostrador para comenzar su turno mientras los migrantes terminaban el día.
Dos mujeres que no dieron sus nombres al Tribune yacían juntas en un colchón de aire y se cubrían la cabeza con una manta, susurrando. Más tarde, vieron TikToks y rieron.
10:06 — Ingresó Sylvia Mares, voluntaria del Equipo de Respuesta de la Estación de Policía de Chicago. Caminó con lápiz y papel, con la esperanza de anotar los nombres de las personas que podrían querer ser trasladadas a un refugio.
Todos a los que preguntó dijeron que no. Se sienten cómodos aquí, tienen trabajo y recientemente han tenido suficientes cosas desconocidas en sus vidas, dijo. Y muchos de ellos han escuchado de sus contactos que las condiciones en otros albergues son peores que en las comisarías.
El Tribune habló recientemente con migrantes de nueve refugios que dijeron que están hacinados en habitaciones de hotel o durmiendo en el suelo, comiendo alimentos fríos y poco apetecibles y sin saber dónde encontrar recursos. Los voluntarios han dicho que no pueden ingresar a los refugios ni proporcionar donaciones como ropa y comidas calientes, y la ciudad ha rechazado numerosas solicitudes del Tribune para entrar y ver el interior.
Mares viene dos o tres veces al día para llevar alimentos y recursos a los migrantes en los distritos 3, 4 y 22, dijo. Alejandra Méndez, de 25 años, del Distrito 5, está embarazada de dos meses y Mares la ha estado ayudando. La llevó a comprar una prueba de embarazo y la llevó al hospital para chequeos de rutina, dijo.
“Solo estoy haciendo lo que puedo”, dijo.
Ella los llama sus “niños” y dice que “crecen tan rápido en tres meses”.
Mares nació en Chicago, pero vivió en México gran parte de su juventud.
Mares, le pidió a Ramírez que reuniera a un grupo de personas para revisar bolsas llenas de donaciones de ropa que traía en la parte trasera de su automóvil. La gente se paró afuera y levantó camisas y pantalones cortos para verlos a detalle. Se echaron sobre los hombros pantalones, sudaderas y camisas a cuadros.
“¡Mira, tan hermosa!” dijo Mares en español a una mujer que sostenía una blusa naranja satinada. Ella silbó.
“Este es sexy, con una flor”, le dijo a otro, sacando un suéter.
Ramírez y Bracho siguieron a Mares a su auto. Ella les dio consejos sobre asistencia para el alquiler y consejos sobre cómo buscar muebles una vez que hayan encontrado un apartamento.
10:38 — Los migrantes rellenaron sus bolsas después de inspeccionar la ropa y entraron al albergue para acostarse.
A través de las ventanas de la estación se podía ver a personas envueltas en cobijas tendidas en posición horizontal sobre los colchones de plástico. Antiguos adornos de Pascua colgaban del techo. Los oficiales de policía caminaban rápidamente por los pasillos del segundo piso del edificio, visibles desde el patio.
12:26 a.m. — Un hombre vestido mayormente de negro entró a la estación y puso sus cosas en la banca junto a las maletas ordenadamente apiladas de Ramírez y Bracho. Pasó unos minutos rebuscando en su mochila, estiró las piernas en la banca y empezó a roncar.
La estación se llenó y luego se vació de residentes del vecindario, algunos subieron para hablar con los oficiales.
Una mujer tenía un brazo en un cabestrillo. Un hombre entró y cuatro oficiales lo siguieron con urgencia.
3:36 a. m. – Una mujer entró y se tambaleó lentamente hacia el frente.
“¿Alguien me va a traer un sándwich de mortadela?”, dijo.
Otra mujer entró en la estación, murmurando y paseando. Se desplomó en el suelo a los pies de la cama de Ramírez y Bracho, cubriéndose con una sábana celeste, retorciéndose.
Los funcionarios se sentaron en el mostrador y escribieron. La puerta automática se abrió y se cerró. Algunos migrantes se cubrieron los ojos con tiras de tela para bloquear la luz.
Méndez, la mujer embarazada, se levantó para ir al baño por tercera o cuarta vez, cargando una cubeta de plástico.
6 a.m. — La luz del sol inundó la estación, entrando por las ventanas sobre las personas y parejas que habían pasado días y noches viajando millas, viajando en trenes, cruzando ríos y selvas para llegar aquí.
Pero los sándwiches empaquetados y algunos policías mirándolos fijamente es mejor que vivir con miedo constante, dijo Bracho.
“Nos sentimos incómodos, pero todo lo que podemos hacer es esperar”, dijo en español.
Ella dijo que se despertó sintiéndose triste y estresada. Sabía que tendría que buscar trabajo y se preguntaba dónde y cómo encontrarían ella y su marido un apartamento.
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